La ictioterapia es "milenaria" y se practica en "Turquía, Siria, Irán e Irak. Hace unos días el Colegio Profesional Andaluz de Podólogos advertía de que "aunque los centros cumplan, a priori, con las normas de seguridad e higiene para llevar a cabo este tratamiento, el riesgo de propagación de infecciones de la piel como micosis o verrugas plantares y enfermedades contagiosas como el VIH y las hepatitis B o C es muy alto".
Los responsables de la ictioterapia del establecimiento deben revisar exhaustivamente los "candidatos" a la ictioterapia. Comprobar que no haya heridas, ni hongos, ni cualquier factor a la vista que pueda contagiarse a los pies. El agua de los peces debe tener un sistema de desinfección, como el reciclaje con rayos ultravioleta C, que esteriliza y elimina cualquier bacteria o virus.
Gran parte de la confusión en torno a esta técnica se debe a la utilización en otros centros estéticos de una especie diferente de pez, procedente de China. "Son los chin-chin, a los que les crecen dientes y no solo succionan las pieles muertas, las arrancan y se comen la piel viva". Lo que en consecuencia puede producir microheridas y mayores problemas. Son más económicos que los garra rufa. Los garra rufa solo succionan, y en el proceso, generan además dithranol, una enzima que hidrata la piel. Pero, ¿puede una persona normal diferenciar entre una especie y otra? Es difícil por el aspecto, pero la sensación es diferente: "con los chinos se notan pequeños mordiscos y pellizcos, y con los garra rufa, solo cosquillas".
Para evitar problemas, "cuando vayas a un centro, tienes que pedir los papeles con el certificado de autenticidad de que los peces son garra rufa, del veterinario que confirme que están sanos, y de la Junta de Andalucía que habilita para la practica de la ictioterapia. Esos tres documentos son imprescindibles".
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