Los investigadores de la        Universidad de Western Ontario de Canadá han suministrado yogures probióticos a uno de los miembros de siete        parejas de gemelos, y a ratones a los que se había modificado la flora        intestinal para que solo contuvieran 15 familias de las bacterias más        frecuentes en el tracto intestinal de los humanos.
Las conclusiones        son dos. La primera, que después de un mes la composición de las colonias        bacterianas no se había modificado. Esto quiere decir que ni se        solucionaban déficits ni se adquirían nuevas propiedades.
Pero la        segunda, que se vio después, es que en la orina de los ratones había        metabolitos diferentes de la digestión de los hidratos de carbono        (azúcares que están en las harinas, las féculas). Pero, como dicen los        autores del estudio, eso no quiere decir que "tomar estos yogures nos        evite ir al médico".
El resultado es coherente con el análisis de        las propiedades de estas bacterias probióticas que publicó este verano la        Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En él se descartaba que        se hubiera demostrado beneficio alguno por tomar estos yogures. Eso no        quiere decir que más adelante no se cambie de opinión si hay nuevos        hallazgos. Pero sí que, cuando estas conclusiones lleguen a los países,        habrá que cambiar la publicidad  correspondiente.
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